martes, 13 de septiembre de 2016

... Y le creció el ombligo.

"Tras ser infeliz toda su vida por querer tener un final feliz", le ocurrió un fenómeno de esos que solo pasa al amigo de un amigo. Le pudo haber crecido la nariz e incluso las orejas, que dicen que crecen con la edad, pero le creció el ombligo, le creció tanto que parecía una ensaimada de Mallorca. Sentía tal orgullo por ello, que se lo miraba constantemente, día a día, minuto a minuto... y mientras le iba creciendo, se sentaba con ínfulas en su sillón, donde planificaba, organizaba, registraba, contabilizaba y transmitía las decisiones como si de un puesto de mando estratégico se tratara, mientras chistaba o carraspeaba al aire para sugerir las órdenes a los ausentes que habitualmente compartían su soledad, junto al afónico Pepito Grillo y el incansable Peter Pan, que desde lo alto se acostumbró a la escena... 

Porque la soledad le había seleccionado los recuerdos, y había incinerado los entorpecedores montones de basura nostálgica que la vida había acumulado en su corazón, y había purificado, magnificado y eternizado los otros, los más amargos...” (Gabriel García Márquez).

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