lunes, 25 de enero de 2010

El burro Manolo

Mi amigo Isidoro es ingeniero, pero se dedica a la cría de caballos, casi más por afición que por negocio. Un día en una feria de ganado, se animó a comprar un pequeño y simpático pollino de mucho pelo de un color negro azabache. Isidoro pensó que sería un original regalo para su hijo pequeño.

Una vez en la finca soltó al pequeño burro y pronto se ganó los corazones del niño de Isidoro, de los amigos del pueblo y de las yeguas que lo acogieron entre caricias y juegos, con gran alborozo.

Manolo, que así bautizaron al burro, era simpático y juguetón como él solo y fue creciendo poco a poco entre juegos, mimos y buenos pastos. Creció de estatura, crecieron sus orejas e incluso algún que otro miembro, envidiado por sectores determinados del género humano, pero nunca llegó a llegar a tener la misma planta que el resto de las yeguas. Pronto se convirtió en inseparable de todas y cada una de ellas.

Ni su porte ni sus orejas eran argumento para que lo discriminaran en aquel simpático grupo equino de género femenino y pronto comenzó a ser popular en el pueblo, donde entre risas y chanzas comentaban las hazañas del joven burro entre tanta yegua de pura raza.

Un día de primavera, la veterinaria en una de sus visitas rutinarias, pudo testificar que Manolo había perdido su inocencia, tal como todos lo imaginaban. Todos menos Isidoro, que pensaba que sus yeguas solamente ansiaban en su celo a aquellos sementales de la yeguada militar.

Pero la veterinaria, como buena profesional era muy observadora y comentó que en el género humano existen muchos Manolos que siendo bajitos, orejudos, simpáticos y pasando desapercibidos, escuchan a algunas mujeres mientras esperan a su príncipe azul.

A veces el príncipe azul no es más que el Mariano de turno que está obsesionado por el fútbol o el bar con los amigotes, mientras su Concha se siente más sola que la una.

… y es que a mi me hace mucha gracia, porque no me gusta el fútbol, soy bajito, cariñoso, con las orejas grandes, me llamo Manuel y los días que hay partido quedo con la veterinaria y sus amigas.

7 comentarios:

  1. jajaja... qué gran verdad! Muy bueno, me has hecho reír un rato.

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  2. No podías haberlo descrito mejor.
    Esta i lleva su punto bien puesto.
    Un beso.

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  3. Jajajaja!
    Bravo por los Manolos, bravo! Ellos sí que saben, ya lo creo!

    Muxus!

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  4. Me has recordado a Platero y la descripción de su gran amigo, Juan Ramón Jiménez.
    Y para mí Platero es encantador, perdón, quise decir, Manolo...

    Saludos Máximo.

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  5. Jajajaja buenísimo Máximo
    por eso muchas mujeres nos quedamos con el Mariano de turno y no esperamos al príncipe azul, que luego corre mucho riesgo de convertirse en rana (o incluso en sapo)
    Un saludo de Mar

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  6. Los príncipes azules se han extinguido, suponiendo que alguna vez hubieran existido.

    ¡Un hombre al que no le gusta el fútbol, me lo quedo! je, je. ¡Simpático post!

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  7. Me gusta tu forma desenfadada de escribir, y la gracia con que lo cuentas. Yo procuro ligar los domingos que hay fútbol, los hombres que no están embobados son los que más me interesan, aunque tengan enormes orejas.

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