La religión de Fátima se lo permitía y a sus cincuenta años disfrutaba de la vida como nadie.
Su primer matrimonio fue con Don Cesar, el notario de la ciudad donde vivía. Él les daba estabilidad y confianza. Era meticuloso y se encargaba realizar los pagos, contratos y otros formalismos. Era el mayor de los cuatro. Puro orden. Era muy escrupuloso con el polvo y como era alto llegaba sin dificultad a estanterias y armarios. No había rincón que se le resistiera.
Andrés fue su segundo marido. Era controlador aéreo, con unos ingresos por todos sabidos. Lo conoció en el parking del aeropuerto y desde entonces se encargaba de organizar sus viajes. Conocía varios idiomas y había recorrido mucho mundo. Ahora, con una edad mas madura, se reconvertía en un hombre casero. Su faceta de “cocinero consumado”, se apreciaba durante sus frecuentes huelgas laborales y se complementaba con el bricolaje.
Por último Jorge, el chofer de la numerosa familia sin hijos, se convirtió en su tercer marido. Era el mas joven de los tres. El más atlético, risueño y atractivo. Jorge acompañaba a Fátima en sus viajes de placer. Siempre sonriente de dientes blanquísimos y deportista… el más elástico de los tres, el rey de la cama, la envidia de sus vecinas y… su hombre florero.
Entre los cuatro se llevaban muy bien. Cada cual tenía asumida su función en aquella extraña familia.
Fátima, como mujer tradicional que era, no trabajaba. Eran los hombres de la casa quienes lo hacían. Los dos mayores con muy buenos ingresos. Ella se dedicaba a la conservación y restauración de su cuerpo y a disfrutar de sus viajes y extravagancias con Jorge.
Cuando sonó el despertador, Fátima saltó de su cama. Tenía que preparar el desayuno a su marido y despertar a los niños. Todo corriendo, como siempre, para coger el autobús escolar a su hora... Últimamente dormía de un modo placentero.
Me gustan tus historias, siempre tienen su toque reflexivo.
ResponderEliminarTe espero en mi blog, si quieres pasar.
Besos
Jajajaja...., pobre Fátima, qué despertar más desilusionante.
ResponderEliminarCon esos sueños no me extraña que durmiera a pierna suelta.
Saludos.
Para alguna de nosotras un sueño y para ellos una realidad... por todos es sabido que es legal en segun que paises... en fin...
ResponderEliminarHe disfrutado pensando que Fátima lo estaba disfrutando jajaja
Besos Mánimo,un placer, como siempre...
Cita
Jajajaja que bueno Máximo,
ResponderEliminary yo pensando en cambiarme de religión , aunque bien pensado si existiese una así tendría el cupo lleno y una larga lista de espera.
Un saludo de Mar
Interesante experimento, aunque para mi gusto le sobra el final, ya sabemos que es surrealista no nos vuelvas a la realidad :)
ResponderEliminarUpsssss...Pobrecita...No me cambiaba yo por Fátima...;)
ResponderEliminarMuchos besitos Máximo.
¡¡¡Genial relato !!!
ResponderEliminarAunque yo me dedicaría a mi en exclusiva... de ellos podría prescindir sin ningún miramiento.
Gracias ;)
Me encantó el relato (el sueño.... interesante, a considerar, jajaja)
ResponderEliminarMe acordé de una película que vi hace poco
Si tenés oportunidad mirala, puede divertirte:
http://www.youtube.com/watch?v=X32tM205AUk