viernes, 12 de marzo de 2010

Miserable bola de sebo con pantalones anchos: ¿Te operaron del alma?

En este relato, cualquier parecido con la realidad es realidad. Excepto el apellido que es parecido.

Hoy he estado en mi barrio, en el castizo barrio de Chamberí. He ido a visitar a mis padres y de camino a la cervecería donde solemos tomar un aperitivo, me he cruzado con él y no me ha reconocido.

He observado que no ha aumentado apenas de altura, pero si en contorno de barriga y de cabeza. Tiene un aspecto de hombre abandonado. Es cierto, que no le trago y que todavía recuerdo su nombre, su apellido, en que portal vivían sus padres y que es lo que ocurrió.

Sucedió en aquel colegio de frailes, que entonces llevaban sotana y se hacían llamar “hermanos”, de aquellos que daban bofetadas a los niños de vez en cuando. En aquel colegio, no mucho, solo de vez en cuando.

Se llamaba Luis Palacios y a sus siete años era un gran colaborador del sistema opresor de los “hermanos”, ya que cuando veía que algo no marchaba bien, se levantaba de su pupitre y subiéndose en la tarima del fraile señalaba al culpable volviendose a sentar con cara de satisfacción del deber cumplido.

… y así fue como aquel “hermano” pronunció mi apellido con una voz que en aquel momento y con mis siete años, me pareció la del mismísimo trueno. Las paredes del aula retumbaron, sentí como me temblaban las piernas y aunque en esa época tener miedo era de “nenas”, tuve mucho miedo.

-Dame lo que tienes en la mano –dijo señalando mis papeles -¿De que estabas hablando?

En aquel momento el educador abnegado, vocacional y “ensotanado”, levantó su mano amenazante.

-Vendiendo una estampita –balbuceé, sabiendo que era doble pecado, comercializar una estampita y hacerlo en clase. Tras un breve silencio de reflexión escénica… dejó caer su valiente mano sobre mi cara… sucedió lo que esperaba que sucediera… me sacudió una sonora bofetada, de esas que ahora que no hay curas se la denominaría coloquialmente, una soberana “hostia”.

Conteniéndome las lágrimas, me volví a mi sitio, pasando por delante del “chivato” Luisito Palacios, levanté mi vista hacia él y juré para mis adentros que algún día me vengaría de aquel miserable.

Hoy cuarenta y tres años después le he vuelto a ver y he sentido que había llegado el momento de cumplir mi venganza, para que todo el mundo se entere que Luisito Palacios esta hecho un cascajo, tiene aspecto de llevar una aburrida vida junto a su mujer de aspecto similar a él, le ha quedado una cara poco agraciada, en fin, una bola de sebo con pantalones anchos y jersey raído. No sé si seguirá colaborando de chivato con algún “hermano”. ¿Será espía del CSI? ¿CESID? ¿Inspector de la Sociedad General de Autores?

Y aquí va mi venganza compañero de infancia. Estoy leyendo a Mario Benedetti en “Vivir adrede” y hay un párrafo que dice que: “La condición de miserable es un tumor del alma, casi siempre incurable, porque al alma no admite cirugía”. Me he acordado de ti. Que pena me ha dado ¿Te operaron del alma miserable?

4 comentarios:

  1. maximo.. por tus escritos deduzco que tu infancia con los curas te marco y mucho,por suerte esa opresion y tirania paso, en cuanto a la bola de sebo,por tu descripcion la vida le da lo que se merece , seguro que arrastra una enfermedad cronica que para el no esiste cirujia , saludos

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  2. Hace dos días estuve trasteando entre fotos viejas, me encontré con algunas del cole, del de las monjas, y sigo alucinando de mi memoria, allí, disfrazadas, haciendo comedias, me acordaba de los nombres y apellidos de todas las niñas que compartían curso conmigo.
    Y siempre me he desesperado de la rabia que me daba el que me "utilizaran" sólo para hacer de ángel o de paje.... cuando yo era una artista en ciernes, pero claro, mi familia no era la típica pelota que llevaba flores para la capilla todas las semanas, ni cajitas de bombones para las hermanas... así que la nena, de angelito o de de nada!

    Grrrrr, qué rabia ese mundo de peloteos, chivatos y demás, qué rabia!

    Con tu relato de hoy me he reído porque la venganza llega cuando uno menos se lo espera y eso, de la forma más inesperada.... Bastante tiene el tal Luisito con cargar con él mismo, seguro!

    Un abrazote!

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  3. Se nota "cierto" resentimiento en tu relato, al parecer si se vive el tiempo suficiente nos pone en nuestro sitio de una forma u otra, tarde o temprano. A todos no dieron tortas en el colegio, a mí me daban a elegir entre bofetada y de rodillas toda la tarde. Siempre elegía bofetada, duraba menos. ¿A quién se le ocurre negociar con las cosas de Dios en la Iglesia?. Sólo ellos pueden hacerlo.

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  4. Genial! Arrancaste una sonrisa involuntaria de mis labios... y corriendo los tiempos que corren es de agradecer.
    Yo también estudié entre sotanas... pero de mujer, pues las monjas también tenían lo suyo, eran expertas en castigos psicológicos dificiles de superar.

    Buena la reseña de Benedetti, muy apropiada, sí señor!

    Un abrazo.

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