martes, 20 de abril de 2010

Mi familia, el policía y "el narizotas".

Ayer visité a mis padres, son muy mayores. Ella tiene un Alzheimer bastante avanzado. Estuve con ellos, se supone que cuidándolos. Así que después de atender a mi madre, en sesión continua desde las 8:30 pudimos salir a dar una vuelta. Eran las 14:00, según opinión de mi padre demasiado tarde, porque por imperativo paterno debemos salir a las 13:35.

Salimos a tomar un refresco a un bar cercano a casa, donde suelen ir con frecuencia. Últimamente siempre van acompañados por algún hijo.

Después de una intensa y geriátrica mañana, rematamos con la “cervecita” para volver a casa al paso adecuado.

Y ocurrió lo que no debía de ocurrir. Entré al bar con mi padre tirando de mi brazo izquierdo hacia adelante y mi madre tirando de mi brazo derecho hacia atrás, hasta que nos cedieron una mesa ocupada.

Pedí unos zumitos para ellos y… yo no lo pude evitar. Allí estaba, la bebida para los hombres, aquella bebida que anunciaban hace años con musiquilla “…. es cosa de hombres” . Y en aquel momento debí sentirme poco hombre. Tenía la moral por los suelos, así que después de los zumitos, me pedí un pelotazo de aquella bebida para hombres, justo antes de comer, con algo de hielo.

Hice grandes esfuerzos con mi gaznate para tragar aquel alcohólico buche y repetí. Necesitaba más hombría, mas testosterona…. Y así hasta llegar a tres “pelotazos”, de autentico camionero macho, macho macho. Fueron tres consumiciones de alto valor “machistico”, que pronto hicieron transformar mi visión de figuras únicas por pares de cosas y entre nubes veía dos padres veteranos de guerra, dos madres con Alzheimer, dos camareros, dos relojes… sucesivamente y a continuación, empecé a decir mis gracias dirigidas única y exclusivamente a mi mismo. Me carcajeaba yo solo de todo mientras la gente me miraba. Todos me miraban excepto mis padres.

Mi patriarca, excombatiente de su Guerra Civil (que no mía), pese a su edad se encuentra como un “longines”, pero un poco “teniente” en cuanto a sus habilidades auditivas.

Comenzó su monólogo con voz fuerte y clara. El tema del día despuntaba con la batalla de Bruñete, el barco ruso que debió de recogerle en Santander y que nunca lo hizo y la entrada de los Nacionales en Guadalajara… y en fue en ese punto, en el que, ya conociendo el final del relato, pedí mi tercer pelotazo. Coincidiendo la entrada de los Nacionales en Guadalajara con la entrada de un conocido cliente: “El narizotas”.

Si… fue en el transcurso de ese tercer pelotazo, cuando el cliente “el narizotas” que es habitual en el bar, hizo entrada por la puerta, y fue entonces cuando mi padre hizo el repetido comentario, con su voz a prueba de bombas como corresponde a todo un veterano de guerra y a su oído “teniente” a juego con su don de mando… y cuando entra “el narizotas” y se toma su vino acostumbrado, en su rinconcito de la barra, mi padre hace el comentario habitual… “pobre hombre si tuviera dinero le pagaría un cirujano para que le operara de la nariz”.

Todos los clientes nos miraron, el silencio retumbaba entre las paredes del bar. Mi risa boba se cortó de inmediato. Yo creo que esperaban el comentario acostumbrado y el disimulo de “el narizotas”. Mientras yo, entre nubes, pensaba que si tuviera dinero lo invertiría en Fondos del Tesoro o un Plazo Fijo. Nunca en cirugía plástica, ni siquiera en la suya propia. El silencio se podía oír.

Y fue ahí cuando cayéndome al suelo desvanecido, pude agarrar a mi padre de la muñeca y viendo su pulsera con el Avisador del Servicio de Urgencias para la Tercera Edad, apreté con todas mis fuerzas aquel botón rojo que hasta ahora, nunca había usado.

Así que, cuando recobré el conocimiento lo primero que distinguí fue a dos sanitarios uniformados, y dos policías nacionales, con caras de pocos amigos. En cuanto me despejé un poco, la bronca fue monumental. Según aquel médico de urgencias y “el poli” al parecer era yo, quien tenía que cuidar a mis padres y no ellos de mí.

Vaya fin de semana, menos mal que mañana me reincorporo a mi vida cotidiana. Por la mañana tenemos asamblea en la fábrica por el tema del E.R.E., luego consulta con el urólogo para que me hable de mi próstata, por la tarde la Asesoría para la Declaración de la Renta y a última hora reunión de vecinos.

… Y es que, como la vida cotidiana de hogar y en familia, no hay nada.

11 comentarios:

  1. Muy real, bien contado y con un agradable toque de humor.
    Lo del cuidado de los padres enfermos, creo que es difícil, pero también tiene sus compensaciones.
    Es la primera vez que te leo, pero me ha encantado, gracias por escribir así.

    Lourdes

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  2. Que agobio amigo y la vida cotidiana que nos absorbe...
    Un abrazo.

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  3. Jajaja menuda imagen... a tu "edad" vaya cogorza. Lo de beber no sólo es cosa de hombres eh? que lo sepas. Y lo del narizotas me ha recordado a un bar que había en Madrid
    (y que yo frecuentaba). Animo para tus quehaceres, que no envidio...

    Un beso a tus padres y otro para ti.

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  4. Dama:

    Yo también he conocido "el narizotas" en mi época de estudiante.

    Saludos.

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  5. Hay que ser muy hombre para ir a cuidar a unos progenitores como los que describes, incluso sin copas. Me ha gustado el relato, como siempre con ese humor ácido tuyo. Hay cosas peores que la vida cotidiana, consuela un poco.

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  6. Un ameno relato y divertido. Así es cuando tenemos a los padres algo mayores, pero bueno, esta es la vida.
    Un saludo

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  7. Si para nosotros es una carga la atención a mayores, imagína lo que será para uno mismo esa decadencia, deterioro y abandono. Al menos rompiste su monotonía y les diste un rato de "vidilla".

    Txori

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  8. juraria haber dejado un comentario aqui ayer....

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  9. Cita:
    A mi no me ha llegado tu comentario.

    Me has dejado con la intriga... Me lo reenvias?

    Saludos

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  10. jajaja.. entretenida la tarde, sí señor...

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  11. Pues ahora mismo no recuerdo... me reia de la borrachera y te piropeaba, como hago siempre, porque todo lo que escribes me encanta!

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