Cintura, cadera y epitafio del parásito.

Juantxo había sido un hombre orgulloso de su estilo de vida. Disfrutó de ella mientras sesteaba tumbado en el sofá, frente a la televisión veía los cd de su querido “athlelic”, las telenovelas y cualquier concurso televisivo con diferentes iniciales.

Su objetivo era hacer el mínimo esfuerzo posible y premiarse en la mesa por el gran esfuerzo de haber pensado en hacer lo más nimio. Pertenecía al colectivo del 25% de “engrosadores” del absentismo laboral que soportaba su colectivo de trabajadores en su "currelo".

Así fue cuando al volver de las vacaciones cogió su baja laboral por motivos ya experimentados ante el médico de la Seguridad Social. Unas veces con motivo y otras sin ellos, Juantxo era todo un especialista en “bajas laborales”.

Como colofón, supo pegarse de forma descarada, a aquel equipo de compañeros que luchaban por mejorar las condiciones laborales del resto de compañeros de trabajo, por lo que fue "liberado" de sus quehaceres profesionales entre “baja y baja”.

Eso si Juantxo fue un amante de la buena mesa y los buenos caldos, con tal motivo, unido a sus siestas a deshora y liberado de su trabajo, fue tomando un aspecto estético adecuado a su especialización en parasitología. Su índice de cadera-cintura era todo un “record”.

Hoy hemos enterrado a Juantxo. Hubiera sido feliz si el gol en contra de su equipo de fútbol no hubiera tenido lugar. Aquello le ocasionó el infarto.

Su mujer está orgullosa de nosotros y nos ha agradecido el detalle que hemos tenido al hacer grabar el epitafio de su lápida de mármol blanco:

"Aquí sigue descansando Juantxo"