lunes, 18 de julio de 2011

Mucho mejor que el "botox"

Un mes y un día de encierro. El Marqués de Menguis, había acudido a pasar sus vacaciones de verano con un encierro voluntario en aquella celda de vigilancia extrema, el resultado iba a ser magnifico, saldría rejuvenecido, aquel tratamiento a base de pócimas y hechizos, prometían mejorar en mucho al “botox.




Pronto se adaptó el Marqués a las normas del recinto, con el único interés de rejuvenecer tanto, como para vivir una segunda adolescencia, acné juvenil, celos primaverales eternos, arrugas "cero cero", sueños húmedos al alba…




Plácidamente comenzó su encierro, pero cuando una mujer entraba en su celda,... se fijaba únicamente en el brillo de sus ojos, sabía reconocer cuando hablaba furiosa, cuando bromeaba o cuando sonreía de buen humor. Era lo más íntimo que compartía con cualquier mujer. Lo único que permitían las sagradas normas poner al alcance de su vista. Ver cualquier centímetro del cuerpo de una persona, que no fueran sus ojos, estaba prohibido… todo ello, según normas dictadas por magos y hechiceros del recinto rejuvenecedor.




El Marqués lo entendía en parte, su amigo Mohamed le había explicado a grandes rasgos algunos detalles de la cultura islámica y sabía de la existencia del “hijab” y el uso que hacían las mujeres del pañuelo cubriéndose el pelo, e incluso del “niqab”, cuando las mujeres se tapan el rostro además del cabello…. Y, bueno, lo del “burka”, que sencillamente, no le parecía ni favorecedor ni cómodo... pero como era solo para uso de mujeres, pues tampoco le quitaba el sueño, porque nunca había viajado a los países afectados.




Pero teniendo en cuenta que los hombres solo tenemos una neurona, es fácil adivinar que cuando hablamos con una mujer, nos fijamos en sus curvas, en su voz, en el brillo de sus ojos e incluso en su color… y la reconoceríamos vestida con “burka” o con el hábito de las Brigidas. Ahora bien, lo que no podía entender el Marqués, es como iba a reconocer a su único hermano plebeyo, cuando fuera a visitarle., ¿Y si no le reconozco por el brillo de los ojos? ¿Se había fijado alguna vez en sus ojos?... porque si le tapaban el pelo con un gorrito, la cara con la mascarilla, unos guantes, bata blanca… ¿y si se ha puesto la faja? ¿y si le escondieran también sus cejas bajo aquel ridículo gorrito… le reconocería?

2 comentarios:

  1. Y ¿dónde dices que se encuentra dicho centro?

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  2. Hay miradas que se reconocen siempre, todo depende del brillo.

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