lunes, 12 de marzo de 2012

Se cumplió la maldición.

Cuando aquellas personas llegaron al poder, encontraron al pueblo al borde del abismo y sacando pecho, dieron un paso hacia adelante.

Querían darse un toque de campechanía distinguida, pero no lo conseguían. Llegaban en grandes coches oscuros con su chofer correspondiente y tras bajarse del automóvil abrochándose la chaqueta, el chofer aparcaba sobre la acera acabando por coronar el trato igualitario entre el resto de la ciudadanía. Los choferes esperaban en corrillos con sus charlas habituales de futbol. Había hogueras por todas partes. Fuego “por doquier”. Aquello era el infierno.

Mientras los trajeados y trajeadas iban llegando a la zona de las olas y se iban quitando la ropa. El calor era sofocante. Primero la corbata, luego la chaqueta, luego se iban abriendo las camisas, escotes y poco a poco desaparecían pudor y vergüenzas.

Según iban llegando los y las personalidades, cortesanos y cortesanas iban sonriéndose con simpatía protocolaria. No se mezclaban con otras gentes, las bromas las hacían entre ellos, mientras la gente del populacho servía grandes bandejas repletas de copas de vino espumoso francés, habanos prohibidos de Fidel y caviar servido en grandes fuentes, reservando a tan distinguidos visitantes el espacio necesario para sus escarceos.

…Y como el ridículo es proporcional a la intensidad del deseo de exhibirse, sucedió que a consecuencia del calor sofocante que reinaba, se fueron quitando la ropa y a altas horas de la noche se dispusieron a darse un baño a saltar las olas. Ellos y ellas saltaban, desnudos y desnudas, divertidos y divertidas, riéndose del resto de la gente del pueblo que se mantenía en actitud observante, así que ente saltitos y olas, llego la tercera ola, la mas grande de las tres Marías y pilló a los bañistas boquiabiertos, entre risa y risa y grandes admiraciones.

Los bañistas ignoraban como otras tantas cosas que que estaban en el ala política del infierno y la ola que les había pillado, les había cogido con la boca abierta… era una ola de mierda. Se cumplió la maldición del gitano pidiendo venganza a nuestros elegidos por haberlo hecho tan mal: “Dios quiera que venga una ola de mierda y te pille con la boca abierta”

1 comentario:

  1. Jajajaja, no había escuchado jamás una maldición como ésa. Muy agudo.

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