lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Se puede conversar con solo una neurona?

Según Jorge Wagernsberg, en su articulo en "El país" del 4.10.2000  " Una mente y un aparato fonador forman una combinación potente. Un mismo individuo es capaz de hacer dos cosas: pensar y hablar. Un chimpancé piensa más que habla y un loro habla más que piensa. Hubieron de pasar millones de años de chapuzas a golpes de selección natural, pero al final llegó el día en que la conversación se hizo posible. Hablar, escuchar, pensar, hablar de nuevo. La conversación fue y la conversación fue buena... el habla afinó la mente y la mente sofisticó el habla..."

Y a estas alturas, gran número de mujeres os planteáis si el hombre, por el mero hecho de ser hombre y disponer solo de una neurona, somos capaces de realizar dos cosas a la vez. Pues bien, que me disculpe don Jorge W. pero interpreto que hizo referencia y distinción entre las habilidades del mono y del loro, pero no entre hombres y mujeres afirmó que podíamos pensar y hablar a la vez. Yo a veces intento hacerlo, otras lo consigo... o don Jorge W. quería decir que ¿Los hombres pensábamos a la vez y las mujeres hablaban a la vez? ¿O que hablábamos todos a la vez sin dejar pensar y pensábamos todos a la vez sin dejar hablar? ... Y tú mujer, ¿Que piensas de esto?

Muy recomendable el articulo de Jorge Wagernsberg, publicado en "El país" el 4.10.2000, por si lo queréis leer.  "Una mente y un aparato fonador forman una combinación potente. Un mismo individuo es capaz de hacer dos cosas: pensar y hablar. Un chimpancé piensa más que habla y un loro habla más que piensa. Hubieron de pasar millones de años de chapuzas a golpes de selección natural, pero al final llegó el día en el que la conversación se hizo posible. Hablar, escuchar, pensar, hablar de nuevo. La conversación fue y la conversación fue buena. Un mundo de mentes solitarias, asombradas todas ellas por su propia existencia, se pusieron a conversar y a combatir así su miedo a no conocer. El habla afinó la mente y la mente sofisticó el habla. Comenzaba así la era del conocimiento abstracto, la era de la mente parlante.
La conversación tiene un curioso caso particular y una notable variante. El primero se da cuando las dos mentes conversadoras resulta que son la mismo mente, cuando una mente conversa con ella misma: es la reflexión. Hablarse, escucharse, pensar, hablarse de nuevo. El segundo sentido -figurado- se da cuando una de las dos mentes resulta que no es una mente sino la propia naturaleza. Es cuando una mente pregunta a la naturaleza y ésta se digna responder a la provocación. Perturbar, observar, pensar, perturbar otra vez. La mente conversa con una realidad: es la experimentación. Pensar y experimentar, dos formas de conversar. La ciencia es conversación. Las virtudes y los vicios de un científico se parecen mucho a las virtudes y los vicios de un conversador.
Virtudes: imaginación con la metáfora, olfato para lo contradictorio y lo incompleto, afición por las convergencias ocultas, más interés por las preguntas y las negaciones que por las respuestas y las afirmaciones, alegría por el cambio (incluso si afecta a la propia opinión), pánico al aburrimiento, afición por la discrepancia y... disposición a reírse de uno mismo. El científico y el conversador virtuosos creen en la conversación y, para ellos, el interlocutor es un lujo.
Vicios: navegación a la deriva (abrir más paréntesis de los que se cierran), apego a la verdad vigente (conversar para conservar), propensión a usar el turno de palabra ajeno para escarbar entre las recetas blindadas, es el horror al silencio, es el síndrome bicicleta (si dejo de pedalear me caigo), o sea no hay tiempo para ponerse a pensar (...siempre se puede recurrir a un vicio menor para, como mínimo, arañar algunos segundos para la reflexión: los físicos, por ejemplo, levantan las cejas y, con un leve golpe de hombro dicen: "¿Y ...?"; los biólogos también arquean las cejas, pero con sorpresa, y dicen: "¿Ah sí?...; los arqueólogos y paleontólogos cabecean con preocupación y dicen: "No creas, no creas..."; los matemáticos fruncen el ceño y murmuran una de estas dos sentencias: "Eso es trivial" o "eso no tiene sentido...". El científico y el conversador viciosos no creen en la conversación y, para ellos, el interlocutor (sea éste una mente ajena o la propia naturaleza) es un fastidioso trámite a sortear.
Comprender y aprender quizá sean, en último término, actividades rigurosamente individuales. Pero siempre ocurren en el extremo de alguna forma de conversación. Un proyecto de investigación, una escuela, una exposición, un museo, una conferencia, un texto, una obra de arte o un pedazo cualquiera de conocimiento sólo son algo si proveen estímulos a favor de la conversación.
Conversar es quizá el mejor entrenamiento que puede tener un ser humano para ser un ser humano... No recuerdo haber conversado mucho durante los veinte años que he pasado en las aulas." 

6 comentarios:

  1. Uf, muy largo Máximo!!! Resumiendo...Solo tienes una neurona para conversar?? jaja!!(Eso me suena un poco raro...las demás estarán ocupadas en otras cosas?)
    Besos,

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  2. Hola Máximo. Soy como una hija pródiga y al volver a mi blog veo a muchos perdidos. Por ejemplo, el de "Limón", que me encantaba leer, pero gracis a él he llegado hasta aquí. Que, tampoco está mal.

    Pero, no le hagas caso a Jorge Wagernsberg.

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  3. Leído en serio este artículo me quedo con una conclusión. ´!!!Estamos en la Torre de Babel!!!!!

    Beso,

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  4. Me creo la última aseveración de Jorge W., que poca conversación tuvo en el aula. La cuestión sería saber si todo profesor resistiría un intercambio dialéctico, o qué nivel tendrían que tener los alumnos para fomentarlo en condiciones.

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    Respuestas
    1. Se supone que un aula, no es un consejo de sabios. Un profesor debe saber en que nivel se encuentran sus alumnos y en cual se encuentra él. Supongo que la prepotencia no forma parte de los valores de un profesor, aunque la experiencia, en ocasiones, nos hace pensar lo contrario.

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  5. Bueno, pues a ver cuánto da de sí esa neurona.

    ¡Recuerdos!

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