lunes, 5 de mayo de 2014

La primavera y el yogur caducado.

Todo comenzó en el supermercado, donde compró aquel yogur cremoso con 0% de grasas. En aquel momento no se dio cuenta, hasta que una vez en casa, se dispuso a tomar el yogur, como hacía siempre antes de ponerse a leer a ultima hora de la noche... y fue en ese momento cuando se le ocurrió leer la fecha de caducidad de aquel producto lácteo y perecedero, sin saber que aquello iba a ser el detonante que hizo saltar el cóctel dinamitado de ideas, que guardaba bajo su cuidada cabellera. Lo leyó una y otra vez y ahí mismo lo decía. La fecha de caducidad del yogur cremoso coincidía con su cincuenta cumpleaños. Dejó su libro sobre el sofá y mirándose al espejo con cara de circunstancias, comenzó a desnudarse mirando el reflejo de aquel cuerpo.

A la mañana siguiente, mientras desayunaba, Amaia escuchó en la radio al representante de la Organización de la Salud del Barrio de la Melancolía, quien aseguró que los yogures caducados podían ser consumidos sin riesgo alguno y que mantenían su sabor como en sus mejores momentos. Amaia salió a la calle con la mejor de sus sonrisas. Agradeció la brisa de un día recién estrenado, estábamos en primavera.

3 comentarios:

  1. Yo se lo hubiera mandado al que hoy es candidato del PP a las europeas, que fue el primero que dijo que no pasaba nada por tomarlos caducados´, eso es lo verdaderamente importante porque la fecha de caducidad de las personas viene puesta de fábrica.
    Un abrazo.

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  2. Excelente historia! Me ha llegado mucho, será que me identifico con la protagonista!

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  3. Caña a Cañete je,je. Un saludo.

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