domingo, 6 de septiembre de 2009

Nada y "El señor de las moscas"

Hace una mañana espléndida. Ha dejado de llover y sale el sol. Un día excepcional en Santiago de Compostela y con este motivo he aprovecho y decido ir a visitar a mi cliente atravesando el Parque de la Alameda, disfrutando del paseo. Me gusta ver de vez en cuando la escultura de las Marías.

Sigo paseando hasta que veo la otra escultura a la que tengo gran afecto, y es la de D. Ramón María de Valle Inclán, sentado en su banco desde hace años, con las piernas cruzadas, su larga barba, escuálido, famélico y su eterno aspecto enfermizo.

Todo iría bien y seguiría disfrutando del paseo si no fuera por ese pinchazo que noto en mi brazo izquierdo, así que decido sentarme en el mismo banco que Don Ramón.

Me siento algo indispuesto, con un dolor que me oprime el pecho. Necesito respirar mejor, aflojo mi corbata y me desabrocho el botón del cuello de la camisa. No se que me pasa, pero cada vez me siento peor. Hecho la cabeza hacia atrás mientras Valle Inclán sigue inmóvil.

Una “hiperactiva competente”, que pasaba casualmente por allí, se da cuenta de mi estado e intenta ayudarme. No me entero de nada, pero creo que llama de forma apresurada por el móvil a la policía o a una ambulancia, o a las dos a la vez.

Al poco tiempo tras una presión en mi pecho, noto una sensación extraña. No si estoy soñando, pero la sensación es intensa, increíble. Me estoy viendo a mi mismo desde fuera, desde otra perspectiva, sentado junto a Don Ramón, flotando sobre los dos.

Un pitido en mis oídos hace que tenga la sensación de oír extraordinariamente bien. Desde la distancia, pero con total nitidez, seleccionando las voces que quiero. Mi sensación de bienestar es indescriptible.

Oigo sirenas que se acercan, carreras apresuradas y las voces entrecortadas entre los sanitarios y el médico que dicen claramente que no han llegado a tiempo. Al parecer soy el típico tío perteneciente a esa población de riesgo, que tiene la misma edad, que son fumadores, que coincidimos en ese famoso índice cadera-cintura… en fin que ha sido un infarto y que me he muerto… casi, sin enterarme.


Pero sigo oyendo y observando todo desde altura y alrededor de mi cuerpo… es sensacional.

Todo ocurre muy rápido y ya me trasladan de regreso a Vitoria. La voz fuerte de Lauzurica se hace escuchar, no me ha reconocido pero cumpliendo el protocolo, reparte pésames a mi familia. Al parecer vamos a hacer un entierro como los de siempre…y eso, que le decía a mi mujer de vez en cuando y en broma, que yo soy muy liberal y que cuando se quedara viuda podía subirse a casa a sus amistades, que la vida es para disfrutarla, pero que por favor, que pusiera mis cenizas sobre mi mesilla. De esta forma discreta seguro que, por lo menos en casa, me iba a guardar ausencia y quedaría como un hombre “liberal de toda la vida”… pero creo adivinar, que mi mesilla se quedará sin cenizas.

Por fin ha llegado la hora indicada. Me llevan a hombros mis cuatro amigos de infancia, de toda la vida, con cara triste. Esta noche será larga y sentiré no estar de charla entre ellos.

Detrás de mí, mi mujer y mis hijos unidos como una piña, Les recuerdo de pequeños, en el despertar de los Domingos, todos amontonados en nuestra cama reconvertida en barco pirata y gritabamos…¡¡ Uno para todos y todos para uno¡¡¡,… parece que aquel sentimiento de unidad cuajó.

También en primera fila mi hermana y su familia con caras desencajadas y naturalmente, no podía faltar, mi suegra que lloraba, con un disgusto tan grande, como el que se llevó el día que le dije que su hija y yo nos íbamos a casar.

Mañana leerá las esquelas con habilidad y desparpajo y junto a sus hermanas comentarán, si está bien redactada, si es grande o pequeña o si están bien detallados los grados de parentesco. Dará explicaciones si aparece más de una esquela.

Noto algún ruido de fondo, alguna interferencia, creo que estoy perdiendo la conexión… de momento, la sensación es placentera. Mi teléfono móvil vibra una vez más, Belcebú, me ha enviado varios mensajes pero los he ignorado. “El señor de las moscas" me reclama y presiento una vez más, que aunque merezca llegar a la gran hoguera, solo sentiré la nada.

2 comentarios:

  1. Seguro que cuando el comentario llegue maximo estara ya en transito de reencontrarse con su amigo Ramon y ahora no solo para estar a su lado en un simple banco del parque si no para compartir vivencias , y reirse juntos de las locuras que se hacen aqui abajo. mi mas sentido pesame a la familia que sin duda lo hecharan de menos

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  2. Me hubiese gustado estar sentada entre tú y Valle Inclán, ya podemos dejar volar la imaginación. A él le hubiese dedicado una firma anónima, al fin y al cabo no se iba a enterar de quién soy, o sí?
    Y decirle, eh, que me gusta escribir cosas de la vida, me acompañas?.
    A ti, Máximo hubiese intentado reanimarte con otros pocos de cigarros, si te vas, al menos con placer.

    Mira, me ha encantado todo el texto, pero de la mitad hacia abajo, me lo he releído varias veces. Magnífico.
    La nada es un placer, te lo digo yo; te quitas de trampas, de malos rollos, de trabajar, de pagar los impuestos que nos subirá nuestro mermo zapatero...., y un largo ect....

    Pero como veo que estás bien, y con un grado de optimismo bueno; vamos a vivir, que de morir siempre hay tiempo.

    Un feliz día para ti,
    por cierto cuando miro tu imagen del coche,
    sigue hacia delante; impresiones ópticas, ya
    sabes. Pero me gusta sentirlas.

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