domingo, 21 de febrero de 2010

Bahía de Alexia.

Al ponerse el sol, todos se reunían en el balcón del “flych” de la Bahía de Alexia y escuchaban, de boca deL Consejo de Ancianos la historia, cuentos y leyendas de aquella ciudad. Hablaban de la Princesa Alexia y de sus largas trenzas doradas. Los vecinos los escuchaban boquiabiertos. Entre ellos gran cordialidad.

Todo era idílico en aquella ciudad, todo excepto el insólito hecho de que, al integrarse cualquier forastero en Bahía de Alexia, todos sin excepción, sin saber el “porqué”, se olvidaban de leer, como había ocurrido desde hacia decadas al resto de la población. Le pasó al mismísimo párroco, al médico, al boticario y hasta al muy instruido sargento de la Guardia Civil.

La ciudad aunque sin lujos, era próspera y se autoabastecía de sus granjas, del bosque y la inagotable pesca de la privilegiada bahía. Todo era paradisíaco, todo menos cuando se aproximaban las elecciones municipales.

… y es que los políticos, llegando esas fechas, se ponían nerviosos y cada cual se inventaba la historia de la ciudad a su medida, según los intereses partidistas del grupo al que representaban y en las puestas de sol empezaban a contar sus historias con el decorado de “cartón-piedra” que en ese momento les convenía.

Unos hablaban del afrancesamiento napoleónico de Bahía, suponiéndoles una europeización mas avanzada que el resto del País, a otros se les había olvidado la cantidad de gente de la ciudad que años atrás tuvieron que salir a trabajar fuera, otro grupo estaba interesadísimo en demostrar que hasta allí no habían llegado jamás los árabes,… en fin todo una “serie de desbarros” como decía el decano de la Asamblea de Ancianos.

Y así sucedió como aquellos ancianos, cada cuatro años, cedían su puesto de orador a quienes creían que estaban en posesión de la verdad hasta que empezaron a comprobar que sus historias y leyendas eran del todo tendenciosas y altamente interesadas.

El verdadero problema, es que los habitantes de Bahía de Alexia no conocían la historia de su ciudad, porque nunca habían podido leer los libros que de ella hablaban. Por eso oían con tanto interés las historias y cuentos de aquellos ancianos.

Cuando apareció aquel psicólogo argentino que hablaba tanto y era autor de una tesis doctoral sobre el tratamiento de la “alexia”, les fue citando uno a uno en su consulta y tumbándoles en su diván les explicó que su alexia se debía a una lesión cerebral congénita o adquirida en esa localidad y con gran esfuerzo por parte de todos, recordaron aquellas letras que la maestra les había enseñado hacía tantos años.

Leyeron, leyeron y se enteraron. Cuando llegaron las elecciones, prepararon un barco de vela. Pusieron a todos los políticos en él, izaron las velas y poniéndoles rumbo a ninguna parte, el decano del Consejo de Ancianos les deseó un buen viaje.

La A.P.M.V. Asociación de Políticos Mosqueados con los Votantes, ha hecho público su malestar, con los votantes de Bahía de Alexia.

3 comentarios:

  1. Por mí como si los vientos los arrastran hasta los confines del mundo!
    Ayudaría a soplar para que las velas fueran más rápidas, fíjate!

    ;)

    Muxuak!

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  2. Un pueblo sin historia. Ocurrente. Que no haya libros no significa necesariamente que no se recuerde la historia, pero claro, con libros tampoco es difícil distorsionarla; que nos lo pregunten al resto.

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  3. Pobrecitos los miembros de la A.P.M.V. no me extraña que estén mosqueados, aunque más bien creo que están muertos de miedo por si la voz se corre por las demás ciudades y les echan de todas, ¿que iban a hacer entonces?
    Muy buena tu historia
    Un saludo de Mar

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