viernes, 10 de diciembre de 2010

Resilencia perfecta.

No lo puedo remediar, cada vez que juego al tenis pienso en que estado se encontrará aquel corrupto concejal de deportes, bajo la gruesa capa de asfalto, decorada por pavimento mullido de color verde y rayas blancas.

Me obligó a hacerlo, no lo pude evitar. La apisonadora pasaba una y otra vez adelante y atrás, por aquel terreno todavía irregular, entre desniveles, socavones y algún bache mas grande que otro y fue en ese bache grande, cuando aquella máquina de grandes rodillos vibradores volvía marcha a tras con su maquinista eternamente enganchado a sus cascos orejeros con sus incansables Chunguitos.

Fue en ese mismo instante, cuando a escasos metros de aquel inmenso rodillo que hacía temblar el suelo, de una forma decidida, arrojé al concejal pueblerino, ignorante y prepotente. La Tierra tembló y fui testigo único de mi sueño hecho realidad.

Al amanecer del día siguiente, la máquina asfaltadora, extendía lentamente por encima del terreno, una gruesa capa de asfalto viscoso, negro, caliente… Aquella máquina hizo que me sintiera plenamente feliz.

Las pistas de tenis se inauguraron dos días antes de las elecciones, acudió el alcalde, el secretario y algunos vecinos del pueblo.

El concejal de deportes no apareció. Algunos vecinos criticaron socarronamente las ausencias. La maestra tampoco acudió al acto.

3 comentarios:

  1. Oye Máximo.
    Ten cuidado, no vaya a ser que encuentren un cadaver debajo de cualquier pista de tenis y te echen la culpa. Esto ha sido una confesión en toda regla.
    jajajaja!!
    Es broma.
    Buen relato.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Un poco sádico te ha quedado, pobre señor y pobre maestra, ¿no tienes ningún remordimiento?

    ResponderEliminar
  3. La maestra no fué porque quizás tuviera algún compromiso familiar o sentimental,... o cualquier otra cosa.

    Yo creo que el protagonista no conocía a la maestra... o si. En realidad, no lo se.

    ResponderEliminar

Seguidores