lunes, 27 de febrero de 2012

Series: Palillos, dientes, orejas, uñas, …

Cuando subí al tren él ya se encontraba allí, sentado con cara de aburrimiento de viaje… y antes de parar en la primera estación, ya comenzaron las series.

Primero sacó su palillo del bolsillo de la camisa y comenzó, a realizar una inspección “palillar” entre sus dientes, repasándolos con sumo interés por lo que pudiera esconder entre diente y diente. Una vez repasadas todas las piezas propias y adquiridas, pasó a las orejas.

Ladeada la cabeza ligeramente hacia la derecha y con sonrisa fingida, metió el palillo en su pabellón auditivo lateral izquierdo, agitando rítmicamente el palillo de arriba abajo y a continuación convulsivamente de adelante atrás. Tras cambiar la sonrisa fingida a otra similar y simétrica a la anterior, ladeando la cabeza hacia la izquierda, procedió a la agitación “palillar” del pabellón auditivo lateral derecho… y bien… una vez acabado el mantenimiento de tan agitadas orejas, pasó a la fase tres, la mas sencilla pero mas entretenida.

La fase tercera, se trataba de limpiar con el mismo palillo sus diez uñas. Comienza a pasar el palillo bajo sus uñas, quitando lo que pudieran esconder. Las de la mano izquierda sin importancia, las de la mano derecha, todo un juego de herramientas. El pulgar con uña-herramienta para romper precintos y desembalar cualquier paquete a veces de destornillador. La uña del dedo índice para desatascos nasales con sequedad adecuada. La del dedo corazón la pasamos por alto por respeto a su intimidad y la de nuestros oídos. La uña anular usada para trabajos auditivos de escasa importancia y la del meñique, la mas querida, para liar los cigarrillos de tabaco picado. Todas en conjunto y en unión para aporrear la guitarra en su cante rasgado en la soledad de su huerta. Tras la limpieza general de uñas, extendió sus diez dedos y los miró con satisfacción. Una vez acabada la serie, volvió a meterse el palillo en la boca, para recomenzar una nueva serie en la próxima estación.

Cuando llegamos a la estación de Chamartín (Madrid). El hombrecillo de las series resplandecía y oía perfectamente.

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