lunes, 28 de mayo de 2012

Nací entre rejas.

Toda mi vida la viví entre rejas, a mis padres no les conocí. Crecí entre un numeroso grupo de huerfanos, bajo una luz solar artificial que nos facilitaba el calor. En cuanto mis compañeros y yo levantámos un palmo de suelo, nos separaron  en grupos reducidos y nos encerraron tras barrotes en apretadas celdas.
No nos faltaba la comida, ni la luz. el pabellón era inmenso y disponía de grandes grupos de celdas con otros reclusos como yo. Todos los días a la misma hora, incluyendo los días festivos pasaba el vigilante y comprobaba que no nos faltára comida, ni agua. Mis compañeros y yo nos alborrotábamos mucho a esa hora. No nos podíamos quejar porque la cantidad de comida era buena aunque la variedad inexistente, siempre lo mismo, pero a nosotros nos daba igual porque no conocíamos otra cosa.

Con apenas un par de meses, nos llevaron a todos a la sala de exterminio. Una sala muy industrializada donde los ejecutores iban con mandiles blancos y gorras protegiendose el pelo. Allí nos colgaban boca abajo y la mayoría de nosotros no decíamos ni pío. Siempre había gran alboroto, la radio puesta, conversaciones frívolas mientras asesinaban como si el trabajo del día a día les hiciera ser menos culpables de esos asesinatos.

La corta historía de mi vida se resume en estas breves líneas. Una vez asesinados, unos fuimos directamente a una fábrica de hamburguesas, otros al mercado. A mi me desguazaron y parte de mi fué a un sandwich de pollo. Sobre el filete de mi pechuga, pusieron unas cucharadas y de mayonesa y un par de hojas de lechuga.
Un adolescente, pánfilo y embobado me engulló, sin prestarme la atención ni el gusto debido, ya que estaba en otros asuntos con una persona a qúién no dejaba de obsevar. Sinceramente, me pareció un cretino que hizo que destrozaran parte de mi vida para estar conversando con la guapita de la melenita rubia, mientras me deglutía desganado, observando como salían de su boca cada una de las palabras que ella le dedicaba y con mas ganas de pegar un mordisco a los labios de su acompañante que a mi apreciada pechuga.

4 comentarios:

  1. Siempre intentas darle un toque de humor, pero la verdad sea dicha: el ser humano es un gilipollas despreciable.

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  2. Uhmmm... no se si estoy de acuerdo contigo.

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  3. ¡Uf! suena un poco fuerte eso de ejecutores y asesinos, puede considerarse así pero forma parte de la cadena alimenticia ¿no?, también se lo comería un león y nadie le llamaría de esa manera.
    Pero lo del adolescente, pánfilo y embobado mirando a la guapita rubia mientras le habla me ha hecho sonreír, estoy segura de que le encantaba la hamburguesa, pero claro, no se puede comparar con los labios de la rubia. A esa edad están siempre hambrientos y no saben degustar las cosas como es debido, me refiero a la comida, aunque creo que vale para todo

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  4. A mi se me han quitado las ganas de comer pechugas.....cuando veo el pollo , veo tb al de la bata blanca y así no hay quien pueda...(Anónima)

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