domingo, 13 de mayo de 2012

Por un millar de croquetas

Los perros rastreaban entre policías y bomberos buscando a la victima bajo el alud. Níngún miembro de los servicios de emergencia había vivido una experiencia similar. Era un caso extraño.
El marido de la victima, explicaba a la prensa, que hacía poco habían comprado ese fabuloso congelador de puertas altas, tenía una mayor capacidad de alacenaje.
La victima, una mujer de buen ver, hacendosa y experta en congelados. Se había propuesto salvar la crisis económica cocinando croquetas que luego congelaba convenientemente. Tanto empeño puso que hasta había cogido un tic nervioso en las manos, que le ayudaba a elaborar las croquetas con mayor facilidad, repercutiendo muy positivamente el rendimiento de empanado. Había conseguido realizar mil ochocientas croquetas diarias que al final de la jornada introducía en el congelador, para poder superar los peores momentos de la crisis.

Todo sucedió cuando se dispuso a introducir su última tanda de croquetas de jamón ibérico en el congelador. Éste se encontraba arrebatado, así que cuando abrió la puerta superior de los mismos, un alud de congelados se le vino encima.

Los perros, olfateaban los congelados, pero la victima no aparecía. Los bomberos pidieron auxilio al cuerpo de voluntarios excavadores para retirar las croquetas. Se temía que la victima apareciera tambien congelada, con la fecha de caducidad inscrita en la frente.

1 comentario:

  1. Ufff , me imagino la montaña de croquetas jaja.

    y a la artesana ...¿no le darïa un tic en las piernas y salió corriendo?

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