jueves, 3 de mayo de 2012

Soy la abeja reina de ésta oficina.

Soy Aurora, la abeja reina de ésta oficina. Junto a mi trabajan seis varones, que son mis zánganos. No les hago mucho caso, pero todos están pendientes de mi, a mis casi sesenta años soy su chica mimada.
Hoy  es un día especial, por primera vez en mis treinta años de servicio, viene una nueva compañera a la oficina, viene como becaria y me ha advertido el gerente que sea atenta con ella y le ayude en todo lo que pueda,… pero conmigo que no cuenten, no van a traer a una niña mona para que se quede con mi trabajo o los privilegios que tanto me han costado conseguir. Que quede bien claro que en cada colmena solo hay una abeja reina y que en esta oficina, la abeja reina soy yo. No puede haber mas, es ley de vida. De momento le he preparado la bienvenida metiendo un papelito con su nombre escrito en el congelador de casa... esto no falla.
… y tal como me habían anunciado, hoy a las ocho en punto ha llegado Lorena. Más o menos uno ochenta de altura, melena larga y negra, ojos como el carbón y encima la tía no tiene ni una mota de grasa, un cuerpo perfecto, claro que yo a su edad tampoco estaba mal.
A las diez le ha llamado el director general para que la nueva, acuda a la sala de reuniones, en compañía de los zánganos, dejándome totalmente sola en el departamento.  
Al quedarme totalmente sola, he decidido todo y he pensado en quitarle el glamur a esa niña pija. En ese momento decido desprestigiarla en su primer día de trabajo, así que, con mucho disimulo, he dejado caer de mi bolso la caja de  pomada para almorranas que habitualmente llevo en el bolso para momentos de sufrimiento silencioso y personal…  con idea de que quedara visible sobre la mesa de Lorena ante los ojos de mis compañeros.
A la media hora ha regresado el director al departamento con Lorena a su derecha, seguido de los zánganos y media docena de personas de una conocida empresa de seguridad. El gran jefe me comenta ante todas esas personas que acaban de instalarnos un sistema de seguridad con un circuito cerrado de televisión y desde la sala de reuniones ve toda la oficina. Gracias a eso han visto todos los asistentes como se me caía del bolso una cajita amarilla sobre la mesa de Lorena que el jefe en un ataque de compañerismo lo recoge y me lo entrega con una sonrisa de oreja a oreja. La nueva abeja reina, zánganos y amantes de la seguridad, sonríen complacientemente.

6 comentarios:

  1. Ja, ja, ja, muy bueno. La cazadora cazada. Saludos.

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    1. "El cazador cazado"... parece el titulo de una novela argumentada en una juerga real y relacionado con trompas de todo tipo.

      Saludos.

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  2. Jaja, lástima que la hayan descubierto, me hubiera gustado ver la cara de la nueva al encontrar eso encima de su mesa, jeje

    un beso

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  3. Me parece bien que la descubrieran,que pruebe su propia medicina,ademas que hay de malo en tener almorranas?? si hubiese sido un gelocatil la abeja habría hecho lo mismo??? saludos

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    1. Por supuesto que es malo sufrir de almorranas, según tengo entendido, pero socialmente no es tan "glamuroso" como sufrir una jaqueca o un desvanecimiento. El primero un dolor aristócrata y el segundo propio de damas imopresionadas por acontecimientos imprevistos.

      Entre nosotros, tener almorranas es una ordinariez, que genera sonrisas ajenas. Un acontecimiento a mantener en secreto.

      Agradezco su anónima visita.

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