jueves, 7 de junio de 2012

Café solo *

El despertador cortó radicalmente mi sueño. Era lunes, un lunes cualquiera de invierno. No había amanecido, eran las seis de la mañana cuando salté de la cama. El espejo me devolvió mi adormilada cara y me di tanta pena, que mi optimismo y sentido del humor hicieron el resto. Mi pareja dormía a pierna suelta.

Mi bicicleta estática esperaba. Montaba a diario durante media hora y mientras, veía las noticias por la “tele”. Entre pedaladas pienso que si consigo no engordar un mísero kilo al año, suponen unos treinta o cuarenta kilos al final de mi esperada larga vida.

Una vez que acabé con mis ejercicios de “prevención estética”, encendí la luz de la cocina y cogiendo unas rebanadas de pan integral, las introduje en la tostadora. A la vez calentaba dos tazas de leche en el microondas y entre “electropitidos domésticos” exprimí unas cuantas naranjas. A esas horas el zumo sabía estupendo. La cafetera silbaba.

A mi pareja le costaba despertarse más que a mí, por eso yo hacía lo imposible para que disfrutara cada minuto de su sueño. Cuando estaba todo dispuesto, acudía a nuestro dormitorio y actuaba de despertador cariñoso.

Le agradaba encontrar la mesa servida y, reunidos en la cocina, nos sentábamos a desayunar. Nos gustaba comenzar el día juntos y durante media hora compartíamos zumos, tostadas, conversación y le comentaba las noticias que acababa de oír.

Cuando acabábamos el desayuno, recogía la mesa, mientras mi pareja se duchaba y arreglaba para ir al trabajo. Yo me disponía a preparar el segundo turno de desayunos, para los niños.

Los despertaba media hora mas tarde. Una vez que estaban sentados y desayunando, corría a hacer mi cama y les animaba para que también hicieran las suyas. Era la polémica diaria,… lo habitual.

Los niños cada vez eran más autosuficientes, así que ellos se vestían y se organizaban para asistir al “cole” y yo, mientras, aprovechaba para asearme a la carrera. Al salir de la ducha, me liaba en una toalla y limpiaba de vaho el espejo. La imagen reflejada en ese momento, era mucho mejor que la primera imagen del día. Más animado, cogía la espuma de afeitar y, esmerándome, la esparcía por mi cara haciendo el máximo de espuma. En el momento que tenía la cara completamente blanca y espumosa, mi mujer solía asomarse por la puerta y me decía: -“Me voy al trabajo. Un beso”, –y acercándose a mi, hacía ademán de dármelo en mi espumosa mejilla. Luego sonriendo, daba un beso en mi hombro desnudo, dejándome aposta su marca sexy de pintalabios recién aplicado. A las ocho estábamos todos en nuestros puestos.

Así transcurrieron algunos años y todo iba aparentemente bien. Éramos la “familia feliz”. Me sentía orgulloso de ello. Los amigos nos ponían de ejemplo por lo unidos que estábamos, por lo bien que nos llevábamos y por cómo compaginábamos nuestras vidas con obligaciones familiares y laborales. Compartíamos todo.

Pero a veces, la persona más afectada es la última en darse cuenta de todo lo que ocurre a su alrededor. Todo se fue a pique el día que educada y respetuosamente ella, mi pareja, la madre de mis hijos, me comunicó que había dejado de quererme por diversos motivos. Motivos que coincidieron con la llegada de aquel nuevo compañero a su centro de trabajo.

Es increíble, pero en aquella historia de vida familiar, de afectos y sentimientos, tuvo que intervenir un juez que dictaminó que el cuidado de nuestros hijos, dependía de su madre y que iban a vivir, como es lógico, en su vivienda habitual, por la que seguíamos pagando nuestra desorbitada hipoteca.

Así que un día tuve la experiencia de saber lo que era sentirse expulsado de tu propio hogar sin culpa alguna, adorando a mis hijos, y sin entender la reacción decepcionante de mi pareja. Mis sentimientos hacia ella no se encendían ni apagaban pulsando un interruptor. Seguía sintiendo por ella.

Según los expertos, no me puedo quejar, porque el juez ha decidido que puedo pasar con mis hijos un fin de semana si y otro no. Aunque bien es cierto, que en este aspecto no hay problema, ya que, como gente civilizada que somos, mi “ex-mujer” y yo, hemos acordado que no haremos caso a esa frialdad jurídica.

Por mi parte, en lo que refiere a la situación económica, no me afecta demasiado. Lo que realmente he perdido, no tiene valor económico, sino afectivo. Soy casi “mileurista”, sigo pagando la mitad de la hipoteca de mi ex-casa y con puntualidad, pago la pensión a mis hijos. Por ellos, lo daría todo.

Ahora vivo en una habitación alquilada, compartiendo piso, y este último fin de semana vinieron mis hijos con sus mochilas. A pasarlo conmigo. Un amigo, de los de verdad, me dejó su casa del pueblo. Me daba vergüenza alojarlos en mi cuartucho.

El domingo por la noche, cuando llevé a los niños de regreso a su casa, su madre bajó a la calle a recogerlos. Saludó educadamente y me comentó que había disfrutado de ese descanso sin niños. Javier, su “chico nuevo de la oficina”, estaba también muy cansado y no había bajado con ella porque estaba viendo el fútbol, en mi televisión de plasma, repanchingado en mi butaca preferida, donde yo leía en mis ratos de ocio.

De regreso a mi “humilladero”. Me sentía contrariado. Era un superviviente con un mínimo de orgullo. Había disfrutado con mis hijos y había castigado a mi ex-mujer, mostrando mi indiferencia cuando empezó a hablarme de Javier. Yo sabía que ella odiaba el fútbol, tanto o más que yo.

Por las mañanas ya no monto en bicicleta, ni hago zumos, ni tostadas. A veces, mientras me visto, …me tomo un café solo.

6 comentarios:

  1. Algo habrá hecho para merecerlo, no hay tantos mártires inocentes sueltos. Si tanto valiera, ya le habrían vuelto a pescar.

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    1. Que dura eres. Juzgas a un personaje irreal? o a un personaje real y humillado que sufre?

      Y si no le gustan las artes de pesca?
      Y si no le gustan los cebos que le ofrecen?
      y si quiere estar solo sufriendo y hundido en sus sentimientos?
      Y si quiere a sus hijos tanto como su exmujer?
      Y si se siente expulsado de su casa?
      Y si se siente que le han arrebatado a sus hijos?

      Creo que algun caso real tenemos entre los hombres separados. A lo mejor las sufridoras no son siempre las mujeres.

      Agradezco tu visita. Besos.

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  2. Hermana Bloguera8 de junio de 2012, 1:39

    Yo soy mujer y no estoy de acuerdo con el comentario de Aina, conozco casos muy injustos de hombres desposeidos de todo por verdaderas tiranas.y creo que no es ni merecer o no merecer , simplemente se acaba una relación y por lo menos que sea digna y equitativa para los dos. (claro que como en todo hay excepciones)

    A veces no se valora lo que se tiene hasta que se pierde....

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    1. Hermana bloguera:

      Tampoco es mi intención de hacer una crítica sobre parte de mujeres.

      La historia es así, sin entrar a juzgarla.

      Saludos Hermana.

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  3. También yo conozco algún caso muy similar y es tremendamente injusto.
    A veces el amor se acaba sin más, cada persona va evolucionando de manera diferente y lo que antes era maravilloso quizá ahora no te parece interesante. Todos cambiamos y no todos valoramos lo mismo que hace años nos parecía maravilloso.
    Hay casos tremendamente injustos tanto para hombres como para mujeres.
    Un beso
    Mar

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  4. Coincido con Mar, a veces simplemente las cosas son así, resulta que normalmente el amor tiene fecha de caducidad y un dia se acaba por múltiples razones, lo malo es cuando en uno se ha acabado y en el otro no, ahí entonces es cuando al que no se le habia acabado se convierte en el sufridor de la historia, independientemente de que el sufridor sea hombre o mujer. Un saludo,

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