jueves, 14 de junio de 2012

El cilicio del doctor. *

Volvió a la habitación liado en la toalla, todavía húmedo, recién salido de la ducha y afeitado. Se miró al espejo. Su cuerpo todavía joven y atlético se reflejaba orgullosamente. Siguió mirándose y cogiendo su loción de afeitar se la aplicó en la cara sintiendo frescor al instante.

Comenzó a vestirse. No podía perder mucho tiempo. Tenía consulta a primera hora de la mañana. Un alto ejecutivo de la banca ingresaba con un cáncer agresivo. El paciente venía desde Sevilla y había realizado una gran inversión económica en esperanza.

Desprendiéndose de la toalla, se vistió metódicamente. Los calzoncillos de marca, su camisa blanca con el logo bordado en el bolsillo… Antes de ponerse los pantalones, encontró el cilicio como siempre, en el cajón de la mesilla y se lo puso en su muslo derecho con precisión casi morbosa. Lo había comprado en aquel convento de Soria. Su molestia y sufrimiento le haría encontrarse con Dios a través del dolor.

Se acabó de vestir anudando suavemente su corbata favorita de Hermes,

Con falsa sonrisa saludó al portero, marcando distancias. Con educación, pero sin simpatía natural… Salió de su garaje con su todo terreno impecable. El doctor marcaba su estatus mientras juzgaba con pensamiento crítico, a una mayoría de gente que no se encontraba en gracia de Dios.

Aquel día, en Pamplona, hacia una mañana primaveral.

2 comentarios:

  1. Sí, es lo que tiene la ignorancia. Voy a por mi pulsera power-balance que me espera un día duro de trabajo.

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    1. Si la pulsersa no te aprieta y te hace daño, no vale para nada. Hay que sufrir.

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