Cuando Ambrosio entró en casa lo hizo a oscuras y no sentía el sonido enlatado de las telenovelas de su esposa Ricarda... así que se acercó a la pared y tanteandola pulsó el interruptor con lentitud y...
-¡¡¡ Sorpresaaaaa !!! -gritaron todos al unísono.
En el grupo de invitados, se encontraban todas aquellas personas a las que más veía últimamente: una representación de la asociación de jubilados, en agradecimiento a sus aportaciones tributarias a sus jubilaciones, quienes degullían pinchos de tortilla de patata sin contemplaciones; el sargento de la casa cuartel de la benemérita, con la copa de Soberano en mano, en representación de la Casa Real; Don Severo, el parróco de toda la vida, canapé en mano, en representación del Altísimo; Bonifacio, el "botones" del Banco de Santander, en agradecimiento y representación de la familia Botín; el concejal de festejos y el chico del super, con la nota de los gastos de la celebración a quien pagué rápidamente, pues según me dijo, no quería tomar nada, porque había quedado con su churri y no tenía tiempo que perder.
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