martes, 3 de febrero de 2015

El cardiólogo le recetó zurcir el corazón.

El cardiólogo le recetó zurcir el corazón, porque lo tenía hecho trizas, "los dentros" le rezumaban bajo el pecho y le producían gran dolor. A Avelino le ofrecieron un pegamento, con el que habían pegado hasta las mismísimas barbas de Tutankhamon, pero no le pareció adecuado, pues el tratamiento escocía. Por eso acudió a un zapatero remendón de plena confianza, quien le dio unas puntadas con el mejor cordón de cuero recio que tenía en ese momento, pero no pudo quitarle el dolor.

Semanas mas tarde, en la cola del supermercado Avelino conoció a una experta costurera, especializada en reparaciones de prendas de interés histórico y zurcidos de calcetines desparejados. Ella tenía unos expresivos ojos azules, mirada profunda, pelo corto, rubio y bien cuidado, pero sus remiendos, aunque expertos, tampoco hicieron cicatrizar sus heridas y el dolor bajo el pecho se hacía crónico.

Las circunstancias le hicieron volver a tomar las pócimas de siempre, bajo los conjuros de vieja preñada, las babas de sapo y las ancas de rana, hicieron que algo mejorara cada semana y bebiendo a pequeños sorbos la caliente "queimada" renovó con esperanza su conjuro de felicidad inalcanzable, que renovaba año tras año, desde el día en que la conoció. 

4 comentarios:

  1. Original forma de narrar las heridas del amor. Es como un cuento con final feliz.

    Saludos.

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  2. Hay que tener la suerte de dar justo con la/el costurera/o adecuada/o....

    Saludos

    J.

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  3. Todo tiene arreglo, dicen, menos la muerte. Así que si el corazón sigue adelante con su inalterable ritmo, ¿por qué no darle cuerda?, ya sea a puntadas o con pastillitas de colores.

    Bello.

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